Suplica Para No Cambiar

Esta Opinion- Editorial publicada en La Opinion es excelente y revela la realidad del debate sobre los viajes a Cuba - TM
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El parrafo clave: "Viajar —es decir, la libertad de movimiento— es un derecho de todos los ciudadanos en una democracia. Y tal vez al defender ese principio, Estados Unidos pueda recuperar la autoridad moral en este debate y el enfoque podrá pasar de las restricciones estadounidenses a las impuestas por el régimen castrista."
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EEUU-Cuba
Si existía alguna duda de que los anticastristas de línea dura están desesperados, la representante Ileana Ros-Lehtinen, de la Florida, la aclaró.
La jefa de la bancada republicana en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara quiere hacernos creer que levantar la prohibición de viajes a Cuba representaría una amenaza grande para la seguridad nacional de Estados Unidos. ¿Cómo? Convirtiendo a Cuba en un refugio para criminales y permitiendo que el régimen cubano convierta a los turistas en traidores.
Ros-Lehtinen ofreció dos ejemplos en una sesión informativa el 18 de noviembre: el de la fugitiva estadounidense Joanne Chesimard que escapó a Cuba hace más de 20 años tras haber sido declara culpable de asesinar a un policía estatal en Nueva Jersey y el de Ana Belén Montes, quien fue condenada en 2002 por espiar para Cuba.
Como en un esfuerzo para fortalecer su argumento, la congresista deja de mencionar que los cubano americanos ya pueden viajar a la isla cuando quieren y que los estadounidenses pueden viajar a Corea del Norte, Irán y Afganistán —a cualquier parte del mundo— excepto a Cuba.
No sorprende que los estadounidenses estén cansados de estos pobres argumentos como también, en general, de la línea dura hacia la isla. Según una encuesta de WorldPublicOpinion.org emitida en abril, el 70% de los estadounidenses apoyan los viajes a Cuba y el 69% están a favor de reestablecer relaciones diplomáticas. Aún más revelador, el 59% de cubanoamericanos encuestados por Bendixen y Associates en septiembre están a favor de levantar la prohibición de viajar, un aumento de 13 puntos porcentuales desde 2002.
Incluso, en 2003, un proyecto de ley para levantar la prohibición fue aprobado tanto en la Cámara como el Senado, controlados en ese momento por republicanos. Pero antes de que el Presidente Bush pudiera cumplir su promesa de vetarla, y satisfacer a los votantes cubanoamericanos de la Florida, el líder de la mayoría en la Cámara Tom DeLay eliminó el proyecto en negociaciones a puerta cerrada.
El Presidente Obama le debe mucho menos a los cubanoamericanos de línea dura que cualquiera de sus predecesores en las últimas décadas y ya ha hecho algunos pequeños cambios para suavizar la política estadounidense hacia la isla. Según Dan Erikson, experto en Cuba de la organización Diálogo Interamericano y autor del libro The Cuba Wars, Obama podría "respirar más tranquilo" si la legislación más reciente, conocida como el Freedom to Travel to Cuba Act, o algo similar, fuera aprobada. Le permitiría a Obama demostrar mayor progreso en su promesa de "avanzar las relaciones cubano-americanas en nueva dirección", dejando en manos del Congreso la pelea.
Erikson cree que el proyecto probablemente pase en la Cámara pero podría estancarse en el Senado. El principal obstáculo es el senador Robert Menéndez, demócrata de Nueva Jersey, hijo de inmigrantes cubanos y gran defensor del embargo. Según un nuevo informe de Public Campaign, una organización sin ánimo de lucro que aboga por reformas en la financiación de campañas políticas, Menéndez ha recogido este año, en donaciones de anticastristas para el Comité Demócrata para Campañas al Senado que ahora preside, la cifra récord de $150,000.
El informe halló que en los últimos años los anticastristas de línea dura están usando las grandes donaciones como la "última herramienta en su arsenal" para mantener intacta la política de Estados Unidos hacia Cuba. Y aunque tal vez hayan logrado cambiar el voto de un puñado de miembros del Congreso, su dinero sólo podrá detener la corriente de opinión pública —y la fuerza de la lógica— por un tiempo.
El congresista Howard Berman, demócrata de California y presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, es un buen ejemplo de ello. A pesar de haber recibido $10,000 en contribuciones de defensores del embargo, Berman está a favor de eliminar la prohibición de viajes.
En una columna del 17 de noviembre publicada en el Miami Herald, Berman y el senador Richard Lugar, jefe de la bancada republicana del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, acogen la eliminación de la veda como una nueva táctica en un prolongado, frustrante e infructífero esfuerzo por llevar democracia a la isla. Los viajeros estadounidenses servirán como embajadores de valores democráticos y sus dólares "podrían ayudar a la economía informal y el pequeño sector de trabajadores independientes autorizados por el autoritario gobierno cubano".
Ese modo de pensar probablemente está hecho también, en cierta forma, de ilusiones. Los viajes no son una fórmula mágica que genera democracia. El turismo estadounidense no ha llevado democracia a China y el turismo europeo tampoco la ha llevado a Cuba. Pero el hecho sigue siendo que ya es hora de eliminar esta injustificada excepción a la libertad de viajar de los estadounidenses.
Viajar —es decir, la libertad de movimiento— es un derecho de todos los ciudadanos en una democracia. Y tal vez al defender ese principio, Estados Unidos pueda recuperar la autoridad moral en este debate y el enfoque podrá pasar de las restricciones estadounidenses a las impuestas por el régimen castrista.
Como lo dijo en un entrevista el Representante William Delahunt, demócrata de Massachusetts y coautor del proyecto Freedom to Travel to Cuba Act, "si queremos hablar de estos derechos, tenemos primero que vivirlos".

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Marcela Sánchez es una periodista radicada en D.C.

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